A Michael Brown lo apodaban Big Mike: a los 18 años medía 1,93 y pesaba 140 kilos. “Un gentil grandulón”, lo definieron sus padres.
Para Darren Wilson, el policía blanco que le vació un cargador, Brown debió ser un negro grandote peligroso. Aunque estuviera desarmado. Big Mike se acababa de graduar del colegio y estaba a punto de empezar clases en un instituto superior técnico cuando, el 9 de agosto, fue acribillado por Wilson en la mitad de la calle, a plena luz del día.
Aunque las circunstancias del hecho siguen bajo investigación, dos datos están comprobados: el chico no tenía armas encima y recibió seis impactos de bala, dos de ellos en la cabeza.
Casi medio siglo después del asesinato de Martin Luther King, ser negro en Estados Unidos te convierte en peligroso. Ser negro y grandote, peligroso al cuadrado. No le pasa solo a un muchacho pobre de Férguson, un suburbio maltrecho y olvidado por las políticas públicas en la capital de San Luis, en el corazón del Midwest del país. Le puede suceder a un negro intelectual neoyorquino.
En una de sus columnas para la revista New Yorker, el escritor y profesor de historia de la Universidad de Connecticut, Jelani Cobb, explica que en la mente de algunas personas de Estados Unidos ser negro y corpulento—como lo es él y como lo era Brown—equivale a ser “un arma andante”. Está acostumbrado a que le pregunten si fue jugador de fútbol americano en la escuela—deporte que, al igual que Brown, nunca le interesó—y desde que era joven se ve obligado a realizar ciertos cálculos en su vida cotidiana para no generar incomodidades.
Por ejemplo: al bajarse de un ascensor, en lugar de hacer lo cortés y dejar que salga antes la mujer (blanca) que va a su lado, él invariablemente sale primero para que ella siempre lo tenga a la vista. De esta manera evita que la mujer se sienta atemorizada sabiendo que hay un hombre negro, grande y desconocido caminando detrás suyo.
A Michael Brown lo apodaban Big Mike: a los 18 años medía 1,93 y pesaba 140 kilos. “Un gentil grandulón”, lo definieron sus padres. Para Darren Wilson, el policía blanco que le vació un cargador, Brown debió ser un negro grandote peligroso. Aunque estuviera desarmado.
Big Mike se acababa de graduar del colegio y estaba a punto de empezar clases en un instituto superior técnico cuando, el 9 de agosto, fue acribillado por Wilson en la mitad de la calle, a plena luz del día. Aunque las circunstancias del hecho siguen bajo investigación, dos datos están comprobados: el chico no tenía armas encima y recibió seis impactos de bala, dos de ellos en la cabeza.
Casi medio siglo después del asesinato de Martin Luther King, ser negro en Estados Unidos te convierte en peligroso. Ser negro y grandote, peligroso al cuadrado. No le pasa solo a un muchacho pobre de Férguson, un suburbio maltrecho y olvidado por las políticas públicas en la capital de San Luis, en el corazón del Midwest del país. Le puede suceder a un negro intelectual neoyorquino. En una de sus columnas para la revista New Yorker, el escritor y profesor de historia de la Universidad de Connecticut, Jelani Cobb, explica que en la mente de algunas personas de Estados Unidos ser negro y corpulento—como lo es él y como lo era Brown—equivale a ser “un arma andante”. Está acostumbrado a que le pregunten si fue jugador de fútbol americano en la escuela—deporte que, al igual que Brown, nunca le interesó—y desde que era joven se ve obligado a realizar ciertos cálculos en su vida cotidiana para no generar incomodidades. Por ejemplo: al bajarse de un ascensor, en lugar de hacer lo cortés y dejar que salga antes la mujer (blanca) que va a su lado, él invariablemente sale primero para que ella siempre lo tenga a la vista. De esta manera evita que la mujer se sienta atemorizada sabiendo que hay un hombre negro, grande y desconocido caminando detrás suyo.
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A Michael Brown lo apodaban Big Mike: a los 18 años medía 1,93 y pesaba 140 kilos. “Un gentil grandulón”, lo definieron sus padres. Para Darren Wilson, el policía blanco que le vació un cargador, Brown debió ser un negro grandote peligroso. Aunque estuviera desarmado. Big Mike se acababa de graduar del colegio y estaba a punto de empezar clases en un instituto superior técnico cuando, el 9 de agosto, fue acribillado por Wilson en la mitad de la calle, a plena luz del día. Aunque las circunstancias del hecho siguen bajo investigación, dos datos están comprobados: el chico no tenía armas encima y recibió seis impactos de bala, dos de ellos en la cabeza.
Casi medio siglo después del asesinato de Martin Luther King, ser negro en Estados Unidos te convierte en peligroso. Ser negro y grandote, peligroso al cuadrado. No le pasa solo a un muchacho pobre de Férguson, un suburbio maltrecho y olvidado por las políticas públicas en la capital de San Luis, en el corazón del Midwest del país. Le puede suceder a un negro intelectual neoyorquino. En una de sus columnas para la revista New Yorker, el escritor y profesor de historia de la Universidad de Connecticut, Jelani Cobb, explica que en la mente de algunas personas de Estados Unidos ser negro y corpulento—como lo es él y como lo era Brown—equivale a ser “un arma andante”. Está acostumbrado a que le pregunten si fue jugador de fútbol americano en la escuela—deporte que, al igual que Brown, nunca le interesó—y desde que era joven se ve obligado a realizar ciertos cálculos en su vida cotidiana para no generar incomodidades. Por ejemplo: al bajarse de un ascensor, en lugar de hacer lo cortés y dejar que salga antes la mujer (blanca) que va a su lado, él invariablemente sale primero para que ella siempre lo tenga a la vista. De esta manera evita que la mujer se sienta atemorizada sabiendo que hay un hombre negro, grande y desconocido caminando detrás suyo.
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Despues de Sandy Hook continua la violencia racial en USA
Hoy día nuevamente FERGUSON sale a la luz con la herrida abierta
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