El fracaso de Irak, la guerra que consumió durante una década los recursos económicos de Estados Unidos y toda la energía de su política exterior, ha acabado definiendo el papel de este país como guardián de la seguridad internacional. Con un presidente y un jefe del Pentágono que se cuentan entre los más reconocidos críticos de ese conflicto, la Administración norteamericana ha renunciado, quizá por mucho tiempo, a grandes misiones militares en el exterior similares a la que naufragó en los campos de batalla iraquíes.
Diez años después del inicio de la guerra, Barack Obama emitió ayer un breve comunicado en el que se limitaba a destacar el sacrificio de los cerca de 4.500 estadounidenses que perdieron la vida en Irak y los 30.000 que resultaron heridos, así como el millón y medio de civiles y militares implicados en aquellas operaciones y que hoy se enfrentan a una difícil readaptación a su vida en EE UU.
Seguridad Mundial: El Pais: Madrid: 200313
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