Lo central es que se está haciendo obras; y esto evidentemente es un avance. Sin embargo cualquier cosa es un avance en medio del abandono en que ha estado el transporte en Lima.
Pero veamos cómo esta Bogotá y Santiago, por remitirnos a los ejemplos más cercanos, y encontramos dos ciudades que con orgullo han emprendido una ruta que les está dando muchas satisfacciones. Aquí vemos obras, el problema es que no hay planificación, y debido a esto la ciudadanía no se ha empoderado de las buenas intenciones. El imaginario colectivo solo espera que venga otro fracaso más. Y esto es evidente porque entre otras perlas, se ha abandonado lo que es el sistema de planificación integral del transporte.
Esto ya no existe en el país, y menos en Lima. Además parte de los problemas que tiene el transporte en Lima se deben a que no existe un sistema de gestión del transporte con visión moderna. Y esto no existe porque nadie quiere enfrentar esta situación ya que implica decisiones políticas que no son rentables en términos de elecciones. Por esto es que se está sólo haciendo obras, mientras que las decisiones de política de transportes no se toman por el riesgo político que implican.
Un primer nivel en esta acción de gestión en el transporte implica enfrentar políticamente preguntas como las siguientes:
¿Quien le quita las “gollerías” a los gremios de transportistas?
¿Quién se enfrenta a estos gremios y los hace participar en la construcción de la ciudad?
¿Quién establece medidas promocionales que rompan con los “negociados” que se han venido construyendo alrededor del transporte público en Lima?
Debido a estas ausencias todas estas obras se enfrentarán con una estructura del transporte que carece de norte y que no considera al usuario, sino como insumo para el negocio del transporte. Esta situación es la que condiciona la situación real del caos del transporte en Lima. Es evidente que lo que se está realizando es una solución ingenieril que no toca el punto central neurálgico del problema. Este se mantiene incólume y cualquier solución de carácter fisicista termina en fracaso, como es la evidencia en todas las ciudades que continúan con sus sistemas de transporte colapsados, cuando no han sido capaces de enfrentar sus problemáticas con gestión eficiente.
Un segundo nivel de acción se refiere a la planificación urbana a nivel local, a nivel de los distritos, y a nivel de los barrios. Este planeamiento no se aplica en el medio y es la causa de que todo el hábitat de la ciudad se encuentre en abandono en términos de transporte y de circulación.
Un tercer nivel de intervención se refiere a que esto es posible en una ciudad en donde la sociedad civil no participa creativamente en la gestión de su hábitat. Las diversas componentes de la sociedad civil no están inmersas en la problemática y no ejercen sus derechos ciudadanos dejando en manos de los funcionarios públicos la solución de los problemas de la ciudad. Este tercer componente es el que hace que Lima se haya quedado a la saga de sus pares sudamericanos, quienes si se están preparando para tener hábitats al nivel de las exigencias de competitividad que son la piedra angular de las ciudades globalizadas del siglo veintiuno.
Para enfatizar sobre estas ausencias es útil referirse a la tragedia anunciada de Aguas Calientes en Cuzco. La tragedia de hoy ya ocurrió, y no se tomó las medidas pertinentes. Pasaron las lluvias y como no hay organización que tome en sus manos la labor de prevención, las cosas continuaron exactamente igual. Esto es lo mismo que paso en Ica y en Pisco.
La evidencia muestra como el país del sur si está preparado, éste envió un avión para rescatar a sus connacionales dejando una muestra más de prevención y de eficiencia. Por eso yo decía en otro artículo que lo de Haití es un espejo de lo que sería un evento similar aquí. La comodidad y la calma bucólica aquí no deja ver lo que el espejo muestra; ojalá no sea muy tarde cuando se quiera ver la realidad del transporte en Lima.
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