Por: Cesar Hildebrant
Belaunde habia vendido su casa de Inca Ripac, en Jesus Maria, y habia hecho lo mismo con su departamento playero en la playa La Honda. Parte de ese dinero se lo habia ido gastando en pequenos gustos y con lo que quedo -mas la ayuda de algunos populistas- habia accedido a un departamento mesocratico, amoblado sin ninguna demasia.
Pero pasada su segunda presidencia, mas que octogenario, vendio esa ultima propiedad, obtuvo por ella 90,000 dolares y repartio ese dinero entre sus tres hijos. Sabia que la muerte lo habia empezado a rondar.Por esos anos, Violeta habia recibido una escueta herencia. Con ese dinero -unos 50,000 dolares- compro el piso donde ambos vivirian lo que les quedaba de vida y donde ella se moriria -porque la muerte siempre es una traicion- antes que Belaunde.
Dicen que Belaunde jamas penso que sobreviviria a quien habia sido la mujer que lo saco de la pena y lo libero de la sonrisita limena.
Dicen que quedo devastado y que miro la muerte como un modo de reunirse con Violeta. En el entierro de su mujer, el arreglo floral que le dedico tenia encima una tarjeta sencilla con una sola frase escrita con caracteres de anuncio: '!Esperame!'De Belaunde se puede decir que no hizo esto y que omitio aquello, que permitio la proximidad de los PPK y las manas de Ulloa y las representaciones de Rodriguez Pastor.
Se puede decir tambien que 'la conquista del Peru por los peruanos' sonaba a campanario antiguo y a tautologia de bandera. Y hasta puede decirse que con Belaunde el arte de cerrar los ojos a la realidad adquirio ribetes de tragicomedia.
Le sucedio cuando llamo abigeos a los guerrilleros de los 60 y cuando reincidio en algun adjetivo bandoleril en el momento en que Sendero asomo su sangrienta pezuna.Pero tambien habria que decir -y no se dijo a tiempo, no lo supimos decir a tiempo- que Belaunde reivindico la serenidad del centro, la naturalidad del justo medio, el pragmatismo tranquilo del sentido comun. Porque este hombre de modales pensados y hablares de lavanda jamas fue tentado por ningun extremo.
La mesura fue su gran pasion.Y lo mas importante: Belaunde no toco un centavo del tesoro publico, no se hizo rico en la presidencia de la Republica, no se ensucio en contabilidades invisibles ni firmo declaraciones juradas plagadas de mentiras.
Y hoy que la politica peruana consagra la impunidad y azuza el saqueo -desde los pollos de un pobre diablo llamado Anaya hasta los negocios de aguas servidas proximos a consumarse en lo de Taboada-, hoy es preciso decirle a los jovenes que la politica de este pais supo tambien de gente decente que llego al poder sin dinero y salio del poder sin dinero. Sin dinero pero con honor. Y es bueno que lo escriba un periodista que fue implacable con Fernando Belaunde.
Un periodista que hoy extrana a rabiar esa perseverancia en el decoro que hoy agiganta su figura.
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