Nada parece conmover a los liberales alemanes. Impasible el ademán, prietas las filas, la canciller Angela Merkel asiste a la tormenta perfecta en el continente que lidera sin mover una ceja.
¿Estímulos? Nein. ¿Crecimiento? Llegará solo, con la austeridad y el hada de la confianza. ¿Populismo en ascenso? Cuestiones internas. ¿57% de desempleo juvenil en España? Hagan los deberes: más reformas estructurales, más ajuste fiscal, ¡más madera!
Así están las cosas en la Europa teutonizada. Uno o dos países resisten, y los otros 25 socios se hunden en la miseria y ya no saben ni dónde meter la tijera.
Los recortes, la recesión y el desempleo han destruido el consumo y la demanda interna; la actividad, el bienestar y el futuro son conceptos de los buenos tiempos; los países que pagan poco por financiarse, como Francia, no tienen liquidez, y los que más necesitan financiarse, como España o Italia, pagan el crédito a precio de oro.
Mientras tanto, remotos paraísos fiscales (o no tan remotos: los hay en el Canal de la Mancha, y puede que incluso en la propia zona euro) esconden el capital ganado, especulado y robado durante los años de la expansión y las burbujas.
Según los datos del comisario europeo de Fiscalidad, Algirdas Semeta, la evasión fiscal sustrae a Europa un billón de euros anuales. Y el colapso económico parece una hipótesis cada vez menos improbable en el Mediterráneo, ese sur corrupto y manirroto que debe pagar sus deudas y sus culpas —en alemán ambas palabras se dicen igual: schuld—.
De forma incomprensible, los países perjudicados por el austericidio o en la lista de espera no han apostado todavía por una política común europea. “Alemania ha impuesto tanto la decisión como el marco institucional donde se adopta con un solo objetivo: resolver su riesgo financiero.
Eso ha debilitado a Europa entera con la complicidad de los Gobiernos nacionales, unos por miedo y otros por convicción ideológica”, explica Ridao, que subraya otra gran paradoja. “Alemania ha extendido su modelo a los socios siguiendo la estrategia de las utopías del siglo XX: sacrifiquemos algunas generaciones y tendremos un futuro radiante.
La promesa ya no ofrece monstruosidades épicas y trágicas como la sociedad sin clases o el Reich milenario. Ahora el ideal es digno de un tendero: cuadrar gastos e ingresos, conseguir la consolidación fiscal”.
Este ejemplo de lo que ocurre en Europa, aquí no llega. Seguimos desfazados creyendo que la burbujita en que se vive continuará. Mientras tanto la especulación y el Laizes Faire siguen a pleno.
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