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Otra muerte violenta en el Este aviva la tensión xenófoba en Alemania
El jefe de los servicios secretos internos, cuestionado tras minimizar las marchas ultras
Berlín 10 SEP 2018 - 19:08 CEST
Marcha xenófoba convocada el domingo en Köthen, en Sajonia-Anhalt, tras la muerte de un joven durante un altercado con dos extranjeros.
Marcha xenófoba convocada el domingo en Köthen, en Sajonia-Anhalt, tras la muerte de un joven durante un altercado con dos extranjeros. HANNIBAL HANSCHKE REUTERS
La tensión desatada por las marchas ultraderechistas en el Este de Alemania no amaina. Al contrario. Una nueva muerte supuestamente violenta el fin de semana en el Estado de Sajonia-Anhalt amenaza con avivar el fuego xenófobo, que también ha alcanzado a la política alemana. El alineamiento del jefe de los servicios secretos internos con las teorías conspirativas de la ultraderecha acerca de la autenticidad de las imágenes de la violencia extremista hace dos semanas en Chemnitz ha abierto nuevas fisuras en el inestable Ejecutivo de la canciller, Angela Merkel. El clima está tan enrarecido, que los comerciantes temen que la crispación empañe la imagen del país y afecte a sus ingresos.
El patrón de lo sucedido este fin de semana en Köthen es muy similar a los hechos que movilizaron a la extrema derecha en Chemnitz hace 15 días. El sábado por la noche, un joven alemán de 22 años murió durante una pelea con dos ciudadanos afganos en circunstancias todavía por aclarar. Inmediatamente, tras conocerse la noticia, grupos de ultraderecha convocaron una marcha xenófoba en Köthen, por cuyas calles desfilaron el domingo por la noche unas 2.000 personas de nuevo al grito de “nosotros somos el pueblo” y “¡Nacionalsocialismo ya!". Los políticos corrieron a llamar a la calma. “Más allá de los sentimientos legítimos, hay que evitar que Köthen se convierta en un nuevo Chemnitz”, pidió Reiner Haseloff, al frente del Gobierno de Sajonia-Anhalt.
Las convocatorias ultras y las contra manifestaciones se han repetido en los últimos días en Chemnitz, en Múnich y en Hamburgo, dejando claro que la tensión trasciende las fronteras de Sajonia y también del Este de Alemania.
Mientras, en Berlín, las declaraciones de Hans-Georg Maassen, jefe supremo de los servicios secretos internos alemanes, los encargados de vigilar a los grupos extremistas, han caído como una bomba entre una clase política que desconfía crecientemente de él. Maassen aseguró la semana pasada al sensacionalista Bild que “no había pruebas fiables” de que se hubiera desatado una “caza al extranjero” en Chemnitz, al contrario de lo que publicó la prensa alemana y sostuvo la canciller Merkel. Dijo que no estaba claro que los vídeos en los que se ve a ultraderechistas corriendo detrás de presuntos migrantes fueran auténticos. En los vídeos se aprecia además claramente el saludo hitleriano, brazo derecho en alto, de varios asistentes a la marcha. Maassen sembró la duda alineándose milimétricamente con las tesis conspiratorias ultraderechistas, pero no ofreció ninguna prueba que demuestre sus afirmaciones.
ATAQUE A UN RESTAURANTE JUDÍO
Días después de las violencias manifestaciones ultraderechistas en Chemnitz, al este de Alemania ha trascendido un supuesto ataque a un restaurante judío de la ciudad. El diario Die Welt informó de que un grupo de enmascarados lanzaron piedras y botellas contra el restaurante. El dueño del restaurante Kosher Shalom fue herido en el hombro durante el ataque.
Felix Klein, el comisionado federal contra el Antisemitismo indicó que “si la información se confirma, el ataque al restaurante judío de Chemnitz supone una escalada en cuanto a los crímenes antisemitas. Evoca las peores memorias de lso años 30”, indicó.
Maassen ha protagonizado polémicas en el pasado, tras trascender que pudo haber asesorado a dirigentes de Alternativa para Alemania (Afd, extrema derecha) sobre cómo evitar traspasar las líneas rojas de la Oficina de la Protección de la Constitución, Bundesamt für Verfassungsschutz (BfV), el organismo que dirige Maassen. Su competencia también fue puesta en tela de juicio a raíz del caso Anis Amri, el terrorista que atentó contra un mercado de navidad en Berlín en 2016.
Políticos de diversos colores, incluidos los socialdemócratas en la coalición de Gobierno, han criticado la ligereza de Maassen al hacer declaraciones con semejante potencial explosivo y contrarias a la línea del Ejecutivo de Berlín. El lunes, el jefe de los servicios secretos envió sus explicaciones por escrito al ministro de Interior y a la canciller. El miércoles, Maassen deberá presentar a puerta cerrada en el Parlamento pruebas que respalden sus afirmaciones. De no lograrlo, su puesto podría estar en el alero.
El problema añadido es que una posible destitución de Maassen depende del Ministerio de Interior. Y el titular de Interior es Horst Seehofer, archirrival de Merkel, que también ha corrido a defender las marchas ultras de Chemnitz y ha llegado a asegurar que él mismo habría participado de no ser ministro, porque dice comprender la preocupación de los ciudadanos. El partido de Seehofer además, la Unión Social Cristiana bávara (CSU) tiene una cita clave con las urnas en Múnich dentro de poco más de un mes, en la que podría perder la mayoría absoluta ante el avance de la retórica antiinmigración de Alternativa por Alemania (Afd).
En ambos casos —en Chemnitz y en Köthen—, los supuestos autores de las muertes estaban pendientes de ser deportados a sus países de origen. Acelerar y aumentar las deportaciones de demandantes de asilo rechazados es precisamente uno de los mantras de Seehofer, defensor de una línea migratoria dura. La semana pasada, al calor de los choques en Chemnitz, se puso el traje de bombero-pirómano y llegó a afirmar que “la migración es la madre de todos los problemas”. Las diferencias entre Seehofer y Merkel en la política de refugiados son tan evidentes, que antes de verano estuvo a punto de derribar al Ejecutivo de Berlín.
La llegada de más de 1,2 millones de refugiados a Alemania desde 2015 desató una oleada de críticas contra la canciller y ha dado pie al crecimiento de la extrema derecha, cuyo discurso xenófobo ha calado hondo entre amplios sectores de la población. Las últimas encuestas otorgan un 16,5% de intención de voto a los ultras de Afd, una cifra similar a la que lograrían los socialdemócratas.
La Asociación alemana de comerciantes minoristas (HDE) expresó este fin de semana su preocupación y pidió a los partidos políticos que se enfrenten a las posiciones intolerantes. “No solo en Chemnitz, sino en muchos lugares de Alemania vivimos un clima de histeria y de miedo”, aseguraba la HDE en una carta difundida durante el fin de semana. “Los que perjudican la imagen de la Alemania tolerante ponen en peligro la convivencia y nuestra posición económica”, añadía.
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