Ya en los años cincuenta se localizaba el origen del concepto de composición en las teorías de la arquitectura desarrolladas en Inglaterra y Francia a principios del siglo XVIII, concretamente con los trabajos de Robert Morris1 , y en el rescate de las definiciones decimonónicas de la arquitectura 2.
Filippo Brunelleschi conocía que solo la practica no da razones para sustentar las obras 3 y por eso fue la búsqueda de razones lo que oriento su trabajo en el Pórtico de los Inocentes, en Santo Espíritu, en la capilla Pazzi y en Santa Maria de las Flores con un cuidado proyecto. Sus parámetros disciplinares fueron la repetición concatenada, la cúpula como foco de la perspectiva y la organización del trabajo gremial en torno a la construcción según un proyecto.
León Baptista Alberti definió al arquitecto como “aquel que con método seguro y perfecto sabe idear racionalmente y realizar prácticamente… obras.”, inventar y construir fueron las dos tareas con las que desarrollo su famoso tratado De re edificatoria 4.
Alberti pasaba de la idea al dibujo, diseñaba mediante la aplicación de las tres leyes fundamentales de la belleza 5: la elección de las medidas en relación con el hombre como modelo ideal, la aplicación y observación de las proporciones y el cumplimiento de las finalidades del edificio tanto internas como de relación con el entorno. La belleza según Alberti residía en la unión de todos estos elementos. Es el acuerdo y armonía de las partes en relación con el todo6 .
Alberti también trabajo con el concepto de composición en el siglo XV. Cuando la armonía albertiana se vio en la necesidad de variedad y de conformidad se hizo necesaria la invención, esto es la búsqueda de una nueva unidad total mediante el trabajo de composición. De este modo se estableció la relación entre la invención y el decoro que a fines del siglo XVIII seria la relación entre la composición y el carácter 7.
El termino carácter alude a cierto significado formal de los elementos arquitectónicos con el que se pretendía expresar una intención representativa o funcional de los edificios. Ya no era suficiente que un edificio fuera bello, debía ser agradable, y que el espectador sintiera el carácter que lleva impreso. Se buscaba producir efecto sobre el usuario y sobre la ciudad, dándose inicio a una arquitectura como espectáculo 8.
Jaques Francoise Blondel en su Cours d´Architecture en 1755, defendía una teoría arquitectónica que se fundaba en la teoría misma del carácter. Blondel sostenía que un edificio era conveniente cuando indicaba que su disposición exterior y las principales partes de su decoración eran absolutamente relativas al objetivo que tenia la construcción del edificio, cuando lo presidía un espíritu de conveniencia, cuando existía la buena combinación del orden con los ornamentos, y cuando se ha había previsto el estilo y el carácter para expresar la belleza, la decencia, la magnificencia, la grandeza, la suntuosidad, la elegancia, la solidez, la ligereza, la variedad, dotando así a los edificios de ese pretendido carácter. Para Blondel la arquitectura era una estructura abierta de significados antes que un resultado formal determinado. El objetivo ya no era la unidad sino la representación de un sistema de normas que permitiese ofrecer imágenes evocadoras. En este camino entre análisis y síntesis se encuentra la composición . Este camino de ida y vuelta es desde entonces la característica del modo de proceder de la composición.
Piranessi un poco antes en 1765, también contribuye a afirmar esta composición hasta convertirla en la esencia de la operación arquitectónica. J.N. Louis Durand 9, discípulo de Boullee y profesor de Arquitectura en la Ecole polythecnique hasta 1830 establece los principios de conveniencia y economía para entender por composición no solo la acción de componer sino también el hecho arquitectónico ya compuesto.
Esta búsqueda de principios propugna el empleo de valores de carácter universal en la composición tales como la unidad, el contraste, la escala. La composición estaba entonces también condicionada por los materiales, las técnicas, los medios financieros, la orientación, la posición, el uso, la correspondencia interior exterior o la aspiración a la verdad. Esta visión fue el origen de la concepción propia del siglo XX que se enfrento al concepto del proyecto.
El propio Le Corbusier defendía la composición hasta el punto de afirmar que componiendo se era arquitecto10 . El éxito de las propuestas de la Bauhaus al priorizar el proyecto funcionalista y la misma búsqueda de la estructura funcional llegaban de nuevo a la composición clásica 11.
Para E. N. Rogers 12, ya en los años sesenta, la composición era la persecución de la suprema armonía del arte a través de la búsqueda de una síntesis construida en la relación dialéctica interna de todas las partes. Por lo tanto vemos que la composición ha estado presente en la gestación de la arquitectura, desde el renacimiento hasta hoy. En el fondo la búsqueda de la unidad y el orden ha sido y es el objetivo de la operación arquitectónica.
Desde otro punto de vista algunos buscan la de-composición y en donde no se interesan por las relaciones clásicas ni por el orden funcional buscando exclusivamente procesos arbitrarios y ficticios cuyo valor esta en la propia acción, y que solo buscan el disfrute de su lectura al considerar la arquitectura como escritura .
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