Buenos Aires, 22 de noviembre (Télam, por Pablo E. Chacón).-
En “La interminable escritura del Exterminio”, el ensayista francés Alain Finkielkraut, repasa -mediante conversaciones con intelectuales europeos y asiáticos- las distintas formas que la barbarie tomó a lo largo del siglo XX y ajustó a sus propósitos criminales durante la primera década del tercer milenio.
El libro, recién publicado por el sello Leviatán, podría decirse que toma en parte la idea del historiador británico Eric Hobsbawm, para quien el siglo XX (el siglo de los ataques masivos contra las poblaciones civiles desarmadas) habría empezado en 1914, con la primera guerra mundial, pero descarta que haya terminado en 1989 con la caída del muro de Berlín.
Para la mayor parte de los interlocutores de Finkielkraut, desde ese año, cuando se “decretó” el llamado “fin de la historia y los grandes relatos”, la violencia continuó, por medios más sibilinos y subterráneos y en función de intereses más vinculados a los recursos geoestratégicos que a los ideológicos.
Nacido en París en 1948, el filósofo francés es autor, entre otros libros, de “La ingratitud”, “El nuevo desorden amoroso” (junto a Pascal Bruckner), “la sabiduría del amor”, “Los latidos del mundo” (junto a Peter Sloterdijk) y “El judío imaginario”.
Profesor de Ciencias Sociales en la Escuela Politécnica de París, Finkielkraut está asociado en el orden mediático a los “nuevos filósofos” que irrumpieron en Francia a mediados de los 70, junto a Bernard Henry-Lévi y André Glucksmann.
El ensayista dialoga con Alain Badiou, Pierre Assouline, Alain Besancon, Philippe Burrin, Jacques Dewitte, Francois Fedier, Mar Crepon, Nathalie Cron, Serge Klarsfeld, Paul Thibaud, Francois Fedier, Gitta Sereny, Michel Terestchenko, Enzo Traverso, Nicolas Weill y Anette Wioeviorka, entre otros interlocutores.
Dice Finkielkraut: “Una civilización que olvida su pasado está condenada a revivirlo. A consecuencia de esta máxima, enunciada a principios del siglo XX por el filósofo norteamericano Georges Santayana, nuestra civilización ha instaurado e institucionalizado, por ejemplo, la memoria del exterminio de los judíos en Europa”.
Y agrega que “surge entonces un problema inesperado: no ya el olvido del crimen sino el olvido de todo lo demás. (Adolf) Hitler obsesiona nuestro presente pero casi ningún otro nombre del pasado subsiste. El máximo criminal es hoy el único que ocupa el sitial de la memoria”: Ese problema u obstáculo es el que se discute en estas páginas.
En la entrevista con Fedier y Legros, Finkielkraut retorna sobre el caso del filósofo alemán Martin Heidegger: “Heidegger parece ser el principal acusado en la actualidad. Sociólogos, como Pierre Bourdieu, redujeron su pensamiento a las ideas políticas de los años 30”.
“Para -continúa- a partir de ese caso teratológico ( ) mostrar que la filosofía no es nada más que la expresión sublimada de intereses sociales. Fiscales como Christian Delacampagne, todo es simple, blanco o negro: Heidegger es un canalla, y su filosofía, una infamia o al menos una impostura”.
Lo que el ensayista trata de probar es que la tesis de vivir bajo un régimen de proceso permanente degeneró en un espíritu de proceso que quedó como herencia y es con el que se ajusta cuentas. En ese dispositivo, durante la segunda guerra mundial, excepto los partisanos, los comunistas y los anarquistas, casi no se salvaría nadie de algún cargo, por acción u omisión.
Algunas zonas de esa argumentación son tomadas en su diálogo por Badiou, discípulo de Jean-Paul Sartre y de Louis Althusser, y promotor de todos los movimientos alternativos al capital-parlamentarismo que se ha adueñado del universo global por medio de un artificio que ya había denunciado el propio Marx: la mercancía. Cuando todo es mercancía, la política sólo es un subsistema que aceita su circulación.
Badiou: “Al juicio que se le intenta hacer al siglo XX, desde los 80 en lo esencial, le opuse una revisión, a la manera de una comparecencia de testigos, de actores del siglo, de políticos, artistas, poetas, escritores de teatro”, cuenta, comentando su libro, “El siglo”.
“¿Qué dijo el siglo de sí mismo? ¿Cómo se representó su propia contemporaneidad? -se pregunta- Mi intención no es redimir ese siglo. Lo que está en juego es menos subjetivo”.
Entonces lanza el hondazo: “las grandes hipótesis políticas y estatales del siglo XX fracasaron () No me opongo a los análisis descriptivos propuestos por Francois Furet sino a su tesis según la cual los proyectos políticos del siglo XX podrían reducirse a ilusiones. A esos actores los dominó la pasión de lo real, que no tiene nada de imaginario”.
Sobre ese fondo turbulento y todavía en discusión, se mueven los testimonios que pueblan un volumen que sin pasar por las grandes marquesinas de las cadenas y los medios, no deja de hacer preguntas pertinentes en un momento histórico no especialmente caracterizado por la prosperidad, y mucho menos por una visión de futuro. (Télam).-
pch-mc-jmm 22/11/2012 12:51
Consultar: 1 Hyperborèe
La Ingratitud La Razón, abril 2001
La Ingratitud El cultural Es 29122012
La Gauche et les noveaux reactionnaires
http://pe.noticias.yahoo.com/finkielkraut-interroga-totalitarismos-siglo-xx-xxi-155100495.html
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